¿Para qué sirven los políticos?

En plena resaca electoral y con los políticos en el vórtice me ha parecido interesante compartir una reflexión sobre la verdadera utilidad que a mi parecer tienen estos servidores públicos. Los miles de artículos que intentan explicarlo creo que se centran excesivamente en las funciones ejecutivas que estos realizan obviando las aportaciones más relevantes, a la vez que originales, que hacen a la sociedad.

Por claridad pedagógica en primer lugar expondré los tres tipos de artículos que he encontrado redactados por otros autores.

debat-a-quatre-homesLos primeros son artículos escritos por defensores de la teoría de la conspiración en los que a los políticos se les describe como hilos, (nosotros somos las marionetas), ejecutores de los designios del Gran Capital que prefiere mantenerse en la sombra para ejercer su influencia. El argumento se ve fortalecido en la actualidad por las reuniones secretas tipo las del Club Bilderberg, como en el pasado pudieron hacerlo las selectas convocatorias del Opus Dei o las más añejas de la masonería.

No puedo argumentar nada determinante que pueda fortalecer o debilitar la idea de que los políticos no son más que sicarios encubiertos del Imperio, como nadie puede demostrar la existencia o inexistencia de cualquier deidad. Lo que si puedo afirmar es que cuando se me llama, de forma zafia o elegante, borrego inconsciente e ignorante alienado, en mi caso, llámame raro, no se consigue la mejor de las predisposiciones para avalar diatribas especulativas.  

Los segundos, quizá los más abundantes, son los que ponen a los políticos como los titiriteros, los nuevos emperadores. Aunque hoy la mayoría incruentos y los sátrapas excepción, a semejanza de sus predecesores, todos despiadados. 

Según estos artículos los políticos son una suerte de malhechores desalmados que se dedican a esta actividad bien porque no tienen las capacidades para alcanzar las mismas cotas de confortabilidad en el desarrollo de su profesión, por tener enfrente a profesionales más competentes que ellos mismos, bien por carecer de los talentos necesarios para desarrollarse en profesiones más “dignas”.  

Dos denominadores percibo en estos artículos. El primero es que la clase política mayoritariamente es descrita como una especie de parásito social y el otro que parecen redactados por personas en búsqueda de un cierto desahogo emocional.

Creo que no peco de falta de rigor si aventuro que hay un porcentaje real de profesionales de la política que están reflejados en el segmento de la indignidad. Lo que sería altamente especulativo es aventurarse, así sea a vuelapluma, a concretar dicho porcentaje.

Los últimos son artículos más académicos y pedagógicos, como el publicado por el exministro Jordi Sevilla, que se dedican a intentar formar e informar exponiendo motivos, más o menos objetivos, casi todos conocidos y racionales, por los que los políticos son importantes para las sociedades y por qué estos deben ser personas cabales y vocacionales del servicio a sus conciudadanos. 

Según mi enfoque personal, la existencia de los políticos tiene tres efectos altamente beneficiosos para la sociedad que no apreciamos convenientemente.

La primera es que el político, como representante y defensor de una ideología, genera adhesiones y rechazos (lo mismo que pretendo provocar con este artículo) y ambos son elementos imprescindibles para crear comunidades y, a través de ellas, una sociedad plural, tolerante y complementaria. 

Las filias y las fobias hacen que nos acerquemos o nos alejemos intelectual y emocionalmente a otras personas y esto nadie lo logra mejor que un partido político y, en nuestro país, un club de fútbol. Ser deportivista (seguidor del Deportivo de La Coruña) o antideportivista genera simpatías o antipatías y cada una de las posiciones crea sus propios espacios sociales de convivencia.

Por lo tanto, la primera gran aportación de un político es ser un elemento socializador de una comunidad tanto a través de las adhesiones como de los rechazos que genere.

tolerancia-2La segunda gran aportación del político ya está enunciada en la exposición previa, el político es, en caso contrario sería un tirano en potencia o un memo inconsciente, un paladín de la tolerancia. Sin tolerancia no existirían ni la política ni los políticos, como demuestran los regímenes en los que se les ha declarado profesión non grata.

El político está constantemente tensionando su nivel de flexibilidad al convivir con ideas y visiones diferentes a la suya lo que hace que, en general, sea más tolerante que el resto de la sociedad. Cuando la tolerancia en la clase política no está por encima de su legítimo pensamiento, sentimiento e interés y se fundamenta en el dogmatismo lo que consigue es acercar a la sociedad al enfrentamiento y, en los casos más extremos, a lo que sucedió en España entre 1936 y 1939.

Este artículo fue escrito, con excepción de este párrafo concreto, el fin de semana del 20D de 2015 cuyos resultados nos permitirán conocer el nivel de tolerancia (algunos la llamarán sentido de Estado y otros oportunismo político, seguramente haya parte de ambas por eso es tan difícil de percibir) de nuestros políticos actuales.

Y la tercera y más importante aportación que hacen los políticos a la sociedad y el motivo quizá más relevante por el que, a mi juicio, se alumbró en el s. V a.C. la democracia (en aquel momento histórico lo de la soberanía popular se me antoja un tanto falaz) es que sin el político una sociedad laica (en las otras siempre podríamos focalizarnos en la Divina Providencia) no tendría a quién echarle la culpa de todos sus malesSolo por esta última aportación si no tuviéramos políticos los inventaríamos.

Salvo mejor criterio.

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