El miedo a hablar en público II – Una experiencia personal: la cara

En el año en el que Mar Adentro recibió el Óscar. Un sábado del mes en el que la sardina moja el pan decenas de notables, rodeados de cientos de directivos, se agolpan en una abarrotada sala de un hotel de cinco estrellas, atraídos por las intervenciones de Luís Huete, Jorge Valdano y de quien fuera alcalde de Nueva York el 11-S.

Me tocaba intervenir después de Giuliani y antes del, en aquel entonces, rector de la Universidade de Santiago de Compostela, Senén Barro.

Mis escasos diez minutos de intervención tuvieron como resultado que los asistentes aplaudieran -más allá de la cortesía-, mientras asentían con la cabeza y me lanzaban miradas cómplices. Que decenas de personas esperaran para felicitarme. Que mi amigo Senén me dijera que había estado brillante y que algunos de los más importantes directivos que entonces conformaban mi equipo humano, se hubieran acercado a manifestarme su orgullo por trabajar a mi lado.

Mí puesta en escena más emotiva la alcancé el día en el que tuve que oficiar como conferenciante principal en un enlace civil. Como esto pertenece al ámbito estrictamente personal no abundaré en referencias. Únicamente diré que durante la plática creo que no quedó mujer sin poner a prueba su rímel -esto no lo repetiré-, que gran parte de los hombres se vieron infectados por una carraspera inesperada, que en los aseos las mujeres felicitaban a mi mujer y que me pasé la fiesta respondiendo a los besos de las invitadas y estrechando las manos de los hombres que me saludaban.

Experiencias como las comentadas también sirvieron para decirme; “¿ves?, esto sí que podría llegar a gustarte“.

Sobre el miedo a hablar en público quiero dejar dos ideas muy claras.

La primera es que es un miedo muy habitual y frecuente. Tanto que incluso tiene nombre -glosofobia- y que algunos estudios concluyen que el 75% de las personas tienen miedo a hablar en público.

La segunda idea es que hablar en público es una habilidad, una técnica; como andar en bicicleta, tocar la guitarra o escribir y que, como tal, es algo que puede ser aprendido y perfeccionado.

Cuando comento lo traumática que fue mi primera experiencia hablando en público percibo la incredulidad de los oyentes. No dicen directamente que no me creen pero siento que están más cómodos pensando que soy alguien nacido con un “don” a que soy producto de un trabajo, de un esfuerzo.

La mayoría de las personas se atreven a hablar en público delante de un auditorio sin haberse preparado para ello y la osadía tiene un precio. ¡Yo lo pagué!

Ciertamente, desde que en nuestra infancia comenzamos a comunicarnos oralmente estamos preparándonos para hacerlo ante un auditorio. Sin embargo, las emociones cuando nos presentamos ante muchas personas se acentúan tanto que un entrenamiento, así sea introductorio, puede significar la diferencia entre un éxito incentivador y un fracaso castrante.

En el próximo artículo conoceremos la primera experiencia de personas tan reputadas en el arte de hablar en público como Enrique Dans, Gonzalo Álvarez Marañón, Luís Huete, Mónica Pérez de las Heras, Natalia Gómez del Pozuelo o Nelson Cubides, entre otros. Sabremos si sus debut fueron un Waterloo o un Día D.

Nota: imagen generada por BING

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Showing 4 comments
  • Javier

    Estoy muy de acuerdo. Todo, con voluntad y trabajo, se puede conseguir. Existen numerosos ejemplos de personas que superan sus limitaciones, incluso físicas, y consiguen no sólo superarlas, si no superar a las que, a priori, no las tienen y contaban con dotes naturales.
    Gracias por recordárnoslo.

    • mcastelor

      Completamente de acuerdo: voluntad y trabajo.

      Gracias por partiocipar, Javier.

  • Rafael Camba

    Interesante artículo aparecido este fin de semana en El País sobre el miedo a hablar en público, a raíz del tropezón olímpico de Madrid 2020 y el debate sobre las dotes de los españoles para exponer en público:
    http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/09/13/actualidad/1379089531_961683.html

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